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lunes, 15 de marzo de 2010

El capricho de los dioses - Capítulo 14

Como siempre... final Horny

Capítulo 14: Kurusugawa



Seis meses habían pasado ya desde la fatídica noche de la muerte de Tateishi y Himemiya volvía a su casa montada en la moto de la chica como siempre, la mente le vagaba de un lugar a otro, pero realmente siempre al mismo… Himeko… No había estado con la chica en esos seis meses, al menos no en un plano totalmente físico, ninguna de las dos había mostrado especial interés y eso la tenía preocupada… ¿Habrían pasado ya alguna barrera que les impidiera retroceder? Sacudió la cabeza cuando se quito el casco en señal de negativa… se pertenecían la una a la otra… pero tenía que aclarar ese maldito asunto de una vez por todas si no quería loquear…

Entró en la casa y nadie le respondió.

[Que raro… no recuerdo haberles dado vacaciones…] pensó la chica con una mueca.

Afinó su oído y escuchó una torpe melodía al piano que le provocó una sonrisa tierna en el rostro. Himeko estaba practicando con el instrumento, no era muy diestra, pero se defendía ante él y era una alumna aplicada y ejemplar.

Se dirigió hacia la sala del piano y entrando sin mirar preguntó:

-¿Dónde está todo el mundo?

Himeko se levantó de la silla del piano, cerró la tapa de la cola y se sentó sobre ella diciendo:

-Los he mandado una semana a sus casas, esta vez yo corro con los gastos.

-Me parece estupen… - Chikane no pudo continuar.

Cuando la morena vio a Himeko completamente desnuda sobre su piano sintió como la sangre abandonaba su cerebro para alojarse en otra parte situada mucho más al sur, sus dos grandes pasiones juntas… ¿Cómo no lo había pensado antes? Tiró el casco de la moto hacia ningún lugar y se acerco a ella como si estuviera en un trance.

-Te eche de menos Chikane-Chan… -dijo la chica abrazándola fuertemente con brazos y piernas- no quiero echarte de menos nunca más.

Chikane acostó a la chica en su piano y recorrió su cuerpo desde el nacimiento del cuello hasta el ombligo con una delicada y lenta caricia, intentando apreciar las diferencias ocurridas a lo largo de los años en su cuerpo.

Himeko suspiró y al escuchar ese sonido tan familiar y a la vez tan lejano algo se encendió en el interior de Himemiya abrasándolo todo con su calor, agarró a Himeko de nuevo la levantó y la llevó hasta la mesa de centró donde se dejó caer con ella aun abrazada, las patas de la mesa partieron y quedaron tiradas sobre la tabla en el suelo, pero eso les dio igual, estaban demasiado ocupadas recorriendo el cuerpo de la otra y besándose con una pasión desmedida como para hacer caso a tales asuntos sin importancia.

Himeko desnudó a Chikane todo lo rápido que fue capaz y esta vez la sacerdotisa lunar no le puso trabas ni le dijo de ir más despacio, era algo que ambas querían y necesitaban.

La sacerdotisa del sol alcanzó el pezón derecho de Chikane y lo mordió levemente provocando que la chica soltase un gemido de placer contenido provocando en la rubia un estado similar a la euforia. Agarró a la morena de la cintura y comenzó a devorar cada parte de tu cuerpo sin olvidarse ninguna, deleitándose en la respiración, suspiros y gemidos de su amor, cada vez mas pronunciados.

Chikane no aguantó más se levantó llevándose a Himeko consigo y la acostó sobre el suelo volcando unos de los sillones que le molestaban tras darle una patada.

-Llevo demasiado tiempo deseando hacer esto como para parar ahora – dijo la morena taladrándola con la mirada- eres mía Himeko, no volveré a dejar que nadie te aleje de mí.

Cogió la pierna de la rubia colocándola sobre su hombro derecho tras recorrerla sensualmente con la mano y llegar a la zona más sensible de Himeko, quien echó la cabeza hacia atrás y volcó otro de los sillones por estirar los brazos con demasiada fuerza.

Lamió la punta del pie de Himeko con afán provocándole a la chica sensaciones que hasta ese momento no sabía que existían.

-Por favor Chikane-chan… por favor… -rogaba Himeko- termina esta tortura… te deseo…

Chikane con una sonrisa se situó encima de la pierna izquierda de Himeko con la derecha aún sobre su hombro buscando la conexión de los dos cuerpos, cuando la encontró y comenzó con los movimientos de caderas ambas no pudieron evitar gemir de placer.

-Chikane-Chan… ¡mas fuerte! – Gritaba la rubia – ¡más rápido!

Cuanto más caso le hacía la morena a la rubia más escandaloso se volvía el acto que llevaban a cabo. Cuando el orgasmo llegó a ellas, dieron un grito de júbilo y se quedaron momentáneamente abrazadas, sin decir nada.

-Esto ha sido… -comenzó Himeko desde el suelo.

-¿Cómo que ha sido? –Preguntó Chikane con una ceja levantada – esto acaba de comenzar…

La levantó y la llevó hasta el sofá donde la sentó y comenzó a besarle los pechos, Himeko echó la cabeza hacia atrás disfrutando de la sensación, Himemiya siguió bajando hasta llegar a su pubis, bajó un poco más y comenzó a lamer y succionar provocando de nuevo un gran placer a la sacerdotisa solar.

Cuando introdujo sus dedos en el interior de Himeko, tanteo durante un momento buscando el punto G de la chica y sin abandonar la labor de sus labios comenzó a acariciarlo, en ese justo momento Kurusugawa perdió el control y la noción de todo, solo era consciente de su Chikane y de nada más.

-Eres… la mejor amante… del mundo… -jadeaba la chica como podía – nunca dejes de tomarme…

Esas palabras enardecieron a Chikane quien la agarró de nuevo por las nalgas, la levantó con una fuerza que no supo de donde salió y se sentó en el sofá de enfrente con ella sentada a horcajadas sobre sus piernas. Himeko captando la idea, se apretó más contra Himemiya y comenzó a mover sus caderas a un ritmo desquiciado provocando el roce de sus intimidades.

Chikane enloqueció y aumentó considerablemente el volumen de sus decibelios.

-No pares Himeko… -decía la chica desbocada – como te detengas te mato…

Himeko sonrió y aumentó la fuerza de los movimientos provocando que Himemiya destrozase la tapicería del sofá con sus uñas. Aguantaron ese ritmo unos minutos hasta que el mejor orgasmo que habían sentido nunca las alcanzó de pleno y las dejó exhaustas.

-No me lo puedo creer… -decía Himeko aun sin aliento sobre Chikane – parece que ha pasado un vendaval por aquí…

-Le diré a Otoha que se me escapó el caballo y vino directo a destrozar esta sala – respondió Chikane besando el hombro de la rubia.

-Me alegra verte con este animo Chikane-Chan… -dijo la rubia disfrutando de los besos de la chica – porque aún no he terminado contigo…

Y alzando el rostro de la morena, esta vez tiernamente la besó.

-Siempre juntas Himeko…-dijo Himemiya abrazando a la rubia – Siempre Kannazuki no Miko.

OoOoO

20 años después

OoOoO


-Ayu… deja de protestar –decía una Chikane ya adulta pero aún sumamente atractiva – he dicho que la respuesta es no y ya está…

-Pero van a ir todos… -decía la chica con un puchero –yo también quiero ir…

-No te pienso dejar ir a una casa llena de hombres que a saber que intentaran sobre mi hija… -dijo Chikane con el semblante serio.

-¿Si fueran solo mujeres me dejarías ir? –Respondió su hija alzando la ceja en un gesto igualito al de su madre – eso no es justo.

-Cariño… -comenzó Himeko quien era la envidia de todo Japón por estar casada con Himemiya entiende a tu madre… está preocupada…

-Pero mamá… -protestó terca la niña sin entender que con dieciséis años no le dejasen ir a esa fiesta.

-He dicho que no y no hay más que hablar… -dijo Chikane ya enfadada.

Himemiya Ayu se cruzó de brazos y su mirada azul se tornó oscura… sacudió su largo pelo rubio y le dio la espalda a sus madres. La no tan niña era una mezcla perfecta de las virtudes de sus madres. El color de pelo, carácter amable, inocencia, bondad, y un gran talento y pasión para el arte de Himeko, todo lo demás era de Chikane contando con el estilo de corte de pelo y la sempiterna diadema. La chica era toda una belleza y llamaba la atención allá por donde iba, razón por la cual Chikane era demasiado protectora con ella.

-Pero vamos a ver segunda por la cola… ¿no te parece que estas siendo muy cruel? –dijo una voz a sus espaldas.

Cuando escucharon esas palabras, las dos sacerdotisas se congelaron, no podía ser ella… se giraron lentamente y la vieron. Allí, de pie, hermosa a sus dieciséis años y lo más importante viva, estaba Ayu Tateishi.

-Tateishi… -dijo Chikane sorprendida-  que… como…

-Ame no… ¿muchomoco? – dijo la chica con un sonrisa.

-Murakumo… -respondieron las dos sacerdotisas a la vez.

-Bueno… ese… o esa… lo que sea… soy su As en la manga… -dijo la chica como si fuera lo más normal del mundo- me dio la oportunidad de volver y yo pues acepté… y ¡vaya! Himemiya… me parece que no me has presentado a esa belleza.

-Soy Himemiya Ayu – dijo la hija de las sacerdotisas acercándose rápidamente con claro interés sobre la recién llegada.

-Tateishi Ayu –respondió la chica con una sonrisa y encantada por la belleza de la joven - ¿Vienes a dar una vuelta?

Las dos Ayu se cogieron de la mano en seguida bajo la estupefacta mirada de Himemiya.

-Bueno Himemiya… ya sé dónde vives… luego la llevare a casa… no esperes levantada –dijo Tateishi alejándose con una sonrisa.

-Adiós madres… -se despidió la hija de ambas sin hacerles mucho caso pues estaba maravillada con Tateishi.

-Mi pequeña… -decía Chikane compungida entre pucheros cuando la vio alejarse tan rápidamente y sin dudar del lado de sus madres.- mi niña…

-Tranquila mi amor… -le dijo Himeko abrazándola- no te preocupes… está con Tateishi… tú mejor que nadie debería saber que con ella bien.

En ese momento se le pasaron por la cabeza a Himemiya todas las noches pasadas con Tateishi, abrió mucho los ojos y su cara pasó del terror al desconcierto, pasando por la estupefacción de nuevo, mudando a la incredulidad, y deteniéndose de nuevo en el horror, razón por la cual comenzó a correr detrás de ellas como alma que lleva el diablo.

-Vaya, vaya… -murmuraba Himeko para sí misma – me da que alguien va a dormir esta noche en el sofá.

FIN



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