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lunes, 15 de marzo de 2010

El capricho de los dioses - Capítulo 3


Capítulo 3: Eres mi vida

-Himeko… -murmuraba Chikane entre suspiro y suspiro – Himeko…

La chica rubia tenía un brillo en los ojos que denotaba que estaba disfrutando con el acto que llevaba a cabo. Tenía la cabeza entre los muslos de Himeko y le daba pequeños mordiscos a su ropa interior.

-Esta es tu venganza ¿verdad? – decía la sacerdotisa de la luna – Por hacerte pedírmelo, me estas cast…

No puedo terminar la frase pues Himeko había encontrado su punto débil y se mordió los labios en un intento por no gritar. Nunca creyó posible sentir tanto placer.

-Y ahora vamos a… -comenzó Himeko pero se interrumpió de golpe, frunció el ceño y miro atrás.

Se escuchaban pasos por el pasillo, y Chikane alterada pudo reconocerlos como Otoha-San. Rápidamente se levantó cogió la ropa interior y el camisón de Himeko y se los pasó tras lo que cogió el suyo y se lo puso, aunque seguía roto, por lo que se metió en la cama murmurando:

-Te perdono lo del camisón, pero ahora tienes que mentir Himeko y sé que no te gusta.

La chica asintió poniéndose la ropa y le pregunto:

-¿Qué quieres que diga?

-Cuando Otoha-San llame a la puerta, abres tú, me verá acostada le dirás que tuve una pesadilla y alarmada por el ruido viniste a ver si me encontraba bien. – dijo Chikane visiblemente alterada.

Justo en ese momento unos nudillos llamaron a la puerta por lo que Himeko se acercó y la abrió. Cuando Otoha-San la vio se quedó blanca como la cal.

-Disculpe…  pensé que… solo quería asegurarme de que su primera noche aquí fuese agradable  y como no contestaba en su cuarto me preocupé y vine a decírselo a la señorita.

-No te preocupes Otoha-San, ya me iba a mi cuarto – y girándose hacia Chikane añadió – Buenas noches Miya-Sama. Que tenga dulces sueños.

Cuando cerró la puerta, se volvió a Otoha-San con una sonrisa.

-Lamento la preocupación causada – dijo la sacerdotisa del sol – escuché ruidos en la habitación de la señorita Himemiya y me preocupé, razón por la cual fui a verla, pero solo era una pesadilla, espere a que se tranquilizara y ya estaba por salir cuando llegaste.

Otoha-San asintió, se estaba imaginando cosas raras, desde luego necesitaba unas vacaciones.

-Lo siento de nuevo Kurusugawa-San, tampoco quería importunarla. –dijo Otoha-San haciendo una reverencia.

-Por favor Otoha-San no haga eso mas – le dijo Himeko con una sonrisa- no soy nadie especial, ni importante, solo una amiga que la señorita Himemiya decidió acoger, no merezco un trato preferente. Ahora si me disculpa me voy a dormir que mañana nos espera un nuevo y largo día. Buenas noches Otoha-San.

-Buenas noches Kurusugawa-San.

Cuando Himeko entró en su habitación se apoyó contra la puerta y se dejo resbalar por ella. Nunca en su vida se le había dado bien mentir, pero la amenaza de Ame no murakumo estaba patente y le aterraba. Parecía que en las situaciones límite era capaz de más cosas de las que pensaba.

Miró su cama con tristeza, Chikane-Chan seguía en el cuarto de al lado y no se iban a arriesgar a que las viesen. Maldijo interiormente su mala suerte y se deslizó entre las sábanas. Esa cama era fría… no como la de Chikane Chan, que tenía su aroma y su calor.

Chikane por su parte estaba enterrando la cabeza bajo con la almohada con desesperación, siempre había sentido un gran afecto por Otoha-San, pero en ese momento pensar en ella la hacía sentir bastante irritada, le había arruinado su momento, le había arruinado EL momento y lo que es peor… se iba a ir a dormir sola y deseando terminar lo que quedo inconcluso. Pobre Chikane… le esperaba una noche verdaderamente larga.

OoOoO

Cuando llegó la mañana Himeko se levantó de un brinco de la cama, llena de energía y recordando lo vivido la noche anterior. Recordó su comportamiento y no puso evitar sonrojarse, nunca se imagino comportándose así de ninguna manera, le parecía impensable, pero Chikane era como una droga para ella, la alteraba, la… ¿por qué no reconocerlo? Excitaba hasta el límite, sus movimientos, sus gestos, sus palabras, todo era un cúmulo de sensaciones que la volvían loca. Pero había algo que no estaba bien… algo que se le olvidaba, solo que no podía recordar el que… bueno ¿qué más daba? Seguro que no era nada que le importunara más adelante.

Chikane por su parte no se despertó tan bien como Himeko, había pasado una noche horrible y que el aroma de Himeko permaneciese en su cama no la ayudó nada… cada vez que se movía y lo notaba, recordaba lo que había quedado en el aire y deseaba correr a la habitación de al lado a terminar lo que habían empezado. Pero se controló, Ame no Murakumo no se andaba con bromas y ella lo sabia…

Se arrastró como pudo fuera de la cama y se puso una bata, salió de la habitación y en el momento justo que se paró delante de la puerta, esta se abrió. Himeko se quedó mirando para Chikane, primero se sonrojo y luego sonrió dulcemente.

-Buenos días Chikane-Chan – dijo la rubia y nada más verla los sucesos de la noche anterior volvieron a su mente.

-Buenos días Himeko – respondió Chikane sorprendida y encantada por el sonrojo de su acompañante.

[Vuelve a ser la Himeko de siempre] pensó la chica encantada.

Bajaron a desayunar y hablaron de manera trivial de asuntos del instituto y la fiesta de cumpleaños, como si simplemente fueran dos grandes amigas, ese era un precio a pagar, vivir su relación en la más profunda discreción. No era un precio grande comparado con la pérdida de sus vidas, pero ambas chicas sentían una pequeña pena interior, si por ellas fueran saldrían y le gritarían al mundo entero el amor que sentían la una por la otra, sin vergüenza, sin temor, con la cabeza alta y las manos unidas.

Cuando les estaban retirando el desayuno, Chikane se dirigió a Otoha-San:

-¿Cuántas veces has tenido vacaciones desde que estas aquí?

-Pocas, señorita –respondió Otoha con una sonrisa- sabe usted que siempre me he dedicando en cuerpo y alma a esta familia, desde que ambas no éramos más que unas niñas.

-Y mi padre jamás os las concedió por pura amabilidad ¿verdad? – Preguntó de nuevo Chikane – él no era esa clase de hombre… no tenía tanta bondad…

Himeko entendió en seguida que estaba haciendo Chikane, intentaba llevar a Otoha-San por su camino, enredarla con las palabras…

-Bueno señorita… -carraspeo Otoha- aunque su padre haya fallecido, no me gusta hablar de él de forma negativa, espero que lo entienda.

-Pero dime… ¿no echas de menos a tu familia Otoha? – preguntó de nuevo Chikane tentándola - ¿no te gustaría verlos más a menudo?

-Como a todo el mundo señorita – respondió la chica divertida con una sonrisa - ¿Qué clase de persona quiere estar lejos de su familia?

-Pues estáis de suerte – dijo Chikane con una sonrisa peligrosa en el rostro.

-No entiendo… -dijo Otoha-San con cara de estupefacción - ¿Qué intenta decir?

-Que tú y todos las personas que trabajéis en esta casa tenéis unos días de vacaciones, 5 días para ser exacta, os daría mas pero no me veo capaz de preparar la fiesta de cumpleaños yo sola.

Otra de las doncellas se adelanto unos pasos y se atrevió a preguntar:

-¿Está usted hablando en serio señorita Himemiya?

-Por supuesto - respondió la aludida con una sonrisa – es más, para aquellos que tengáis que desplazaros, yo misma os pagare el billete. Las cosas van a empezar a cambiar, desde ahora.

Todos los miembros del servicio de la familia Himemiya se miraron entre sí no sabiendo que hacer.

-¿Pero se puede saber a que estáis esperando? –Dijo Chikane- vamos… en dos horas como mucho os quiero ver a todos de camino a vuestras casas.

Nadie dijo nada más, todos salieron lo más rápido que su educación les permitía de la habitación y se dirigieron a sus aposentos a recoger sus cosas. Cuando Chikane miró a Himeko le guiño un ojo, provocando el sonrojo de esta de nuevo. A Chikane le parecía tan adorable verla así…

Cuando el último de sus criados salió por la puerta de casa Chikane no se lo podía creer, se aseguro de cerrar la puerta y le dijo a su querida Himeko arqueando la ceja izquierda:

-Y ahora mi amor… vamos a terminar lo que no nos dejaron anoche.

Himeko sonrío de un modo que a Chikane no le gusto nada.

[Oh, no…] pensaba Chikane [me conozco esa sonrisa, no me va a gustar lo que me va a decir]

-Verás… Chikane-Chan… - intentaba decir calmadamente Himeko – yo no me esperaba esto así que… le dije a Mako-Chan que podía pasar a vernos.

[Esto no está pasando] pensaba Chikane [no me puede dejar todo el día “así”]

-¿Y cuando exactamente? – pregunto Chikane agachando la cabeza a modo de derrota.

El timbre de la puerta sonó y Himeko aumentó aun más la sonrisa de disculpa y dijo:

-Ahora… ayer se me olvido decírtelo con tanta… -movió la mano derecha y la cabeza en círculos intentando encontrar la palabra y añadió - actividad… te juro que te lo compenso…

-Esta noche… -anticipó la chica abriendo la puerta con una sonrisa para recibir a Mako-Chan.

Himeko no puedo más que sonrojarse de nuevo.

OoOoO

La tarde con la amiga de Himeko fue bastante agradable para Chikane, no es que la chica le cayese mal, pero a cada segundo que pasaba rezaba para que se marchase. Solo podía pensar en la noche anterior y en Himeko: sus pies, sus piernas, sus manos, sus labios… Hubo un momento en el que Mako-Chan le pregunto si se encontraba bien, pues se quedaba absorta a cada momento.

Le enseñó los terrenos, tomaron té e incluso le tocó el piano. La sacerdotisa del sol agradeció mentalmente que su amiga no preguntase por la servidumbre de la casa, pues no sabría que decirle sin que le sonase raro.

Cuando la invitada al fin se fue las chicas decidieron tomarse un baño, bueno, más bien Himeko pidió tomar un baño y Chikane, enamorada como estaba no pude negarle esa petición, a pesar de que ver a Himeko con el cuerpo mojado y ausente de prendas, no le iba a ayudar nada.

OoOoO

-Chikane-Chan… -dijo Himeko desde la piscina en la sala de baño – Has sido muy amable con Mako-Chan, incluso tocaste el piano para ella, muchas gracias.

La chica estaba sentada en el borde de la enorme piscina y le sonrió al tiempo que le decía:

-¿Cómo no serlo? Ella te cuidó y te trató bien cuando yo no pude. Y tú la aprecias, no merecería tu amor si no la tratase como se merece.

Himeko se acercó al borde de la piscina donde Miya-Sama estaba sentada, y se abrazó a ella.

-Chikane-Chan me quedaría así todo el día, disfrutando de tu calor. Pero si te parece bien, te espero en mi habitación, tenemos algo pendiente desde ayer.

Himeko salió del baño envuelta en un albornoz bajo la atenta mirada de Chikane quien pensaba:

[¿Podremos tener esta noche para nosotras solas de una vez?]

Himemiya Chikane secó su cuerpo adecuadamente y se dirigió a la habitación de su otra mitad cubierta por una toalla. Cuando llego llamó a la puerta y esta rápidamente se abrió. Himeko la hizo pasar y la apoyó contra la estructura de madera para besarla. Esta se cerró con un golpe, pero a Chikane no le importó.

-Has tardado mucho Chikane-Chan – le susurró en el oído Himeko – creí que tendría que salir a buscarte.

-Es que estaba… -Chikane no puedo continuar, Himeko se encontraba “jugando” con su oreja y no pudo hacer otra cosa que apretarla contra sí.

La sacerdotisa de la luna agarró a Himeko de las nalgas y la elevó, la chica por su parte enredó sus piernas alrededor de la cadera de Chikane y comenzó a moverse lentamente al tiempo que la besaba.

-Himeko… -dijo Chikane suspirando – si sigues moviéndote así nos mataremos antes de llegar a la cama… haces que me fallen las piernas…

La sacerdotisa del sol soltó una risita y asintió, cuando Chikane vio su sonrisa sintió un mareo, pero no perdió el equilibrio, llevaba en brazos aquello que más quería y lo único que protegería hasta la muerte.

Himeko le hizo un gesto a Chikane para que la bajase y esta obedeció, cuando estuvieron frente a frente, la rubia acercó su rostro y la besó de nuevo. En su opinión Chikane tenía los labios dulces, era como un caramelo, adictivo, además besaba como una diosa, era perfecto. La sacerdotisa del sol le puso un dedo en el hombro izquierdo y lo fue deslizando siguiendo toda la línea de la clavícula hasta el otro mientras caminaba hasta situarse detrás de ella. Movió su brazo izquierdo hasta donde estaba enganchada la toalla y la dejó caer, tras lo cual comenzó a besar a Chikane toda la línea de la nuca y la parte superior de los hombros al tiempo que se quitaba su propio albornoz, sin que su amante fuera consciente de ello dejándolas a ambas en una desnudez absoluta.

Himeko pasó sus brazos alrededor de la cintura y la atrajo hacia sí para besar la marca de media luna de su espalda, el momento en que se había despojado su acompañante del albornoz Chikane no lo sabía, pero le encantó sentir la piel de Himeko y sus pechos en la espalda, tan suaves, tan cálidos…  le parecían un regalo. La chica rubia comenzó a recorrer el cuerpo de Chikane con las manos al tiempo que le besaba la espalda.

-Eres tan bella… -murmuraba después de morderle juguetonamente un hombro – tan fuerte… - después de besarle la zona de la nuca – tan sensual… - para después apretarle con cuidado uno de los pechos  y rozar su feminidad.

-Soy tuya… - dijo Chikane con un gemido.

Himeko tomó de la mano a su alma gemela y se puso de nuevo frente a ella, mirándola fijamente a los ojos mientras que con la otra mano subía acariciaba su cadera y su cintura.

-Vale, se acabó… -dijo Himeko con gesto torturado.

-¿Qué se acabo? –preguntó Chikane repentinamente asustada.

-El autocontrol –respondió Himeko agarrando a Chikane y llevándola a la cama con un rápido movimiento.

-Eres mía –decía mientras le recorría el cuello con la lengua – mía, mía, mía, mía…

Deslizó su rostro hacía abajo y rodeó y trazó una húmeda circunferencia alrededor del ombligo sin dejar de recorrer sus caderas con las manos. Tras eso la agarró de los mulos y se los acarició levantándole y doblándole las piernas, separándolas un poco para acomodarse entre ellas y tener un mejor acceso a sus pechos, los cuales, beso, para después succionar.

-Himeko… -gimió Chikane sin poder reprimirse al sentir toda la pasión de la sacerdotisa del sol.

La chica reaccionó a ese gemido queriendo más, quería devolverle todo le placer que le había proporcionado la pasado noche, quería devolvérselo e incrementarlo. Se puso al lado de Chikane y al tiempo que la besaba deslizó su mano hasta el bajo vientre de esta inspeccionando, cuando llego a la zona más sensible y vio el gesto de Chikane sintió que le faltaba el aire, esa mujer era capaz de alterarla con su simple presencia, ese pelo moreno, esos ojos azules, ese gesto que acababa de poner… deseó poder tener diez brazos con diez manos para poder recorrer todo su cuerpo a la vez.

No se pudo contener y llevó sus labios a donde se encontraba su mano, lamió la zona con pasión provocando que Chikane soltase un grito de placer. Himeko se entretuvo haciendo distinciones entre las diferentes entonaciones que hacía Chikane dependiendo se los movimientos que hiciese. Llevo la mano derecha hasta uno de sus pechos y lo apretó. Chikane se revolvía colocando las manos en la cabeza de Himeko e indicándole con las manos la alternancia de ritmo y presión.

La rubia no dejo de acariciarla ni un segundo, siempre tenía las manos en algún lugar de su cuerpo, recorriéndolo lentamente, fue la única acción calmada que fue capaz de realizar. Tras unos minutos, Chikane alcanzó la cúspide del placer y se derrumbó sobre el colchón.

-Chikane-Chan, con esos coloretes estas adorable –dijo Himeko con una sonrisa – tendré que provocártelos más a menudo.

La sacerdotisa de la luna solo asintió, no tenía fuerza para nada más. Cuando se relajo y pudo moverse y hablar con normalidad, rodeó la cintura de Himeko con una mano y la trajo hacia sí, haciendo que esta se acurrucase en su pecho.

-Himeko, realmente me sorprendes, un segundo eres tímida y al siguiente ardiente… me has dejado totalmente desconcertada.

-Si no te gusta puedo intentar controlarlo – respondió Himeko seria – me costará, pero por ti puedo hacerlo.

-No, no me refiero a eso- respondió la sacerdotisa lunar jugando a entrelazar su mano con la de su compañera – me refiero a que… eres como el día y la noche, me encanta tu personalidad, tus sonrojos. Pero en estos momentos, eres puro fuego Himeko.

-Yo seré el fuego, pero tú eres el pirómano, ¿Quién te crees que me enciende? –respondió la chica con una sonrisa.

-La verdad es que eso ya me da igual –dijo Chikane estrechándola entre sus brazos- sinceramente nunca creí poder llegar a estar así contigo. Cada día que comíamos en el colegio deseaba decirte algo en el jardín de las rosas, pero no podía… no podía soportar la idea de que me rechazaras, de dejar de verte, no podía soportar la idea de perderte. Y la primera vez que me besaste… no me lo podía creer… fue una sensación tan maravillosa…

Himeko elevó la cabeza y besó a Chikane de manera dulce y prolongada.

-Me gusta proporcionarte sensaciones maravillosas Chikane-Chan, te las proporcionaré cuantas veces quieras. Para algo soy tu… ¿está bien usar el término novia?

Chikane la miró un segundo y murmuró:

-Kurusugawa Himeko, mi novia… no me gusta cómo suena…

-Bueno… -dijo Himeko con expresión triste-entonces…

-Mi eternidad, mi futuro, mi destino… esas cosas suenan bien –dijo Chikane ajena al cambio de humor Himeko – mi alma gemela. Pero novia… suena tan… banal… todo el mundo tiene novias y novios, nosotras tenemos algo más que eso, llevamos una eternidad luchando por estar juntas, nos enfrentamos a los mismos dioses por tener esto, no te puedo llamar simplemente mi novia. Ya sé lo que eres Himeko…

-¿Y que soy? – preguntó la chica emocionada

-Eres mi vida…

CONTINUARA















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